Esta casa de hormigón visto en Pinamar se implanta sobre una suave topografía buscando el asoleamiento más duradero. Un basamento delimita y eleva la intervención respetando la disposición arbórea. Una circulación perimetral rodea los ambientes con un semicubierto que tamiza solsticios y ventila cruzado con perspectivas pasantes.
Los ambientes en una única planta pretenden un directo e independizado contacto con la naturaleza. Las privacidades son graduadas finalizando en el testero noreste como ámbito más íntimo. Un incierto espacio multiuso se ubica entre mesadas en relación directa a la calle. Una terraza plenamente accesible propone un alcance directo a las copas de los árboles.
Tomas pluviales se ubican al sudeste hidratando la vegetación que protege tanto a la casa como al terreno a lo largo de los fuertes vientos. Su orientación, su materialidad y un contrapiso radiante contemplan las intensas heladas de invierno.
«La belleza de una habitación es producida únicamente por el juego sobre el grado de opacidad de la sombra. No necesita ningún accesorio. (…) Proyectamos un amplio alero en el exterior de esas estancias donde los rayos de sol entran con dificultad, construimos una galería cubierta para alejar aún más la luz solar. (…) Precisamente esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de la belleza de las residencias», Tanizaki, Junichiro. El Elogio de la Sombra. 1.933.
Cálculo estructural: Ing. Ángel Santos, Ing. Eduardo Vélez, Ing. Enrique Goya.
Balance térmico: Ing. Carlos Grinberg.
Maqueta: Arq. Luis Fernando Palenque.